Mi tercer Ironman
Son las 4:40 de la mañana del sábado 18 de mayo, suena el despertador con una canción que transporta a otro lugar. Sonrío y me levanto. No tengo sueño y ya había dejado todo preparado la noche anterior. Tampoco estaba nervioso. Llegar a la línea de salida este año ha sido muy complicado, demasiado, solo muy pocas personas saben el motivo.
Desayuno, cojo las cosas, me pongo el neopreno hasta la
mitad y para boxes. Allí me encuentro con Víctor, la verdad que gracias a él he
conseguido estar ahí otro año más, y a mi también, porque aunque tenga tiempo
libre, sin mi esfuerzo, constancia, sacrificio y voluntad no estaría a esa hora
en este lugar.

Justo cuando tengo el agua a la altura de los tobillos para
calentar un poco, me paro y miro al cielo a través de las nubes. En ese momento
me viene a la mente muchas cosas y no puedo reprimir que caiga por mi rostro
alguna que otra lagrima. Respiro varias veces profundo antes de colocarme las
gafas, intento relajarme y pensar en todas esas muestras de apoyo, y sobre todo
en Hugo y ese grupo que está ahí esperando para animar durante todo el día. Que
salga como tenga que salir.
Nos dirigimos a la línea de salida y veo a Raúl, Hugo y las
chicas. Me despido de ellas, me dan suerte y me coloco por la parte derecha y
en las primeras líneas.
Llueve mucho, es una pena, se desluce la salida así. En
ninguna de las ediciones había pasado.
La salida es puntual, recibo un golpe nada más entrar y la sensación de agobio
es constante, pero no puedes parar,
demasiados en el agua, al final en la salida 1723 participantes. Doy la
primera vuelta un poco más lento que el año anterior, pero ni me preocupa, no
es determinante, veo a la gente, escucho sus gritos, los saludo y a por la
segunda vuelta. En ésta me dio tiempo de contemplar el arcoíris a lo lejos, una
bonita imagen.
Salgo a la zona de transición, cojo la bici y a por los
180km. Continúa lloviendo.